Lo que comúnmente denominamos pulso es, ni más ni menos, que una forma de medir el ritmo cardíaco, es decir, la frecuencia con que late nuestro corazón, mediante el control del paso de la sangre por las arterias a cada impulso de aquél.
No hace falta decir la importancia que tiene que éste sea normal y hacer una buena medición de él, puesto que, en caso de enfermedad o accidente, nos brindará una de las constantes vitales más importantes, si lo la más (otras constantes son la temperatura corporal, la presión arterial –conocida popularmente como tensión- y la frecuencia respiratoria).
El pulso se detecta en tres lugares de forma principal: en la parte baja lateral del cuello, donde se encuentra la arteria carotidea, en la parte interna de la articulación del codo, y en la cara interna de la muñeca.
Deben situarse sobre una de esas partes las yemas de los dedos índice, medio y anular, ejerciendo un poco de presión -muy suave, para no interrumpir el flujo de la sangre- hasta notar el pulso. No debe usarse el pulgar, ya que es más sensible a nuestro propio pulso y puede dar lugar a confusión con el del paciente.
Una vez hemos encontrado las pulsaciones, es recomendable esperar a que el segundero del reloj marque las doce en punto y, una vez lo haga, comenzar a contarlas durante sesenta segundos. También, si el pulso es débil y tememos perderlo, podemos contarlas durante quince segundos y, a continuación, multiplicar el resultado por cuatro.
Es necesario no mirar continuamente el reloj mientra efectuamos el control de las pulsaciones porque hacerlo puede desconcentrarnos.
Por otra parte, el pulso normal varía según la edad. Así, el normal en recién nacidos es de cien a ciento cuarenta latidos por minuto; en niños de uno a diez años, de setenta a cien y en muchachos de más de diez años, adultos y ancianos, de sesenta a cien.
Por supuesto, estas medidas son las normales en reposo. En una persona que esté realizando alguna actividad deportiva se incrementan ampliamente, pudiendo alcanzar las ciento ochenta e incluso doscientas.
Precisamente, los ancianos pueden sufrir repentinos debilitamientos del pulso que son causados por una brusca bajada de presión arterial. Suele sucederles cuando se levantan bruscamente de un sitio. Es lo que se conoce como hipotensión ortostática y, por ello, se recomienda incorporarse pausadamente.
Fotos: Toma del pulso: Dodo en Wikipedia | Tensiómetro: Julo en Wikipedia